Queridos lectores, inauguramos una serie en nuestro blog sobre libros y cine. Si bien no se tratará siempre de adaptaciones de la literatura a la gran pantalla, la gran mayoría de las entradas seguirán esa línea. Hoy, sin embargo, empezamos con la novela escrita por Javier Cercas en 2014, El impostor. Aunque no ha sido adaptada al cine, parte de la historia de Enric Marco ya había sido contada en un documental años atrás: Ich bin Enric Marco (Santiago Fillol y Lucas Vermal, 2009). Se trata de la fascinante historia de un impostor que se hizo pasar por superviviente español de un campo de concentración nazi.

Empecé la lectura en diciembre de 2018 con algo de curiosidad morbosa y cierto recelo, como si una pequeña luz roja se hubiera encendido y me estuviese pidiendo cautela al respecto. Si tenía ciertas reservas no era tanto hacia la novela como hacia el hecho de leerla, y con ello colaborar en la creación de un mito y un falso héroe de la memoria, como había sido Enric Marco para muchos españoles durante años. Tras una década viviendo en Berlín y con una relación tan directa e intensa con la ciudad y sus heridas, esta impostura hacia la historia y en nombre de la verdad me parecía casi obscena. Elaborarla, alimentarla y perpetuarla era lo que, desde diferentes instituciones, Enric Marco había hecho durante treinta años, defendiendo ya al final la importancia de su labor para dar a conocer los horrores del Holocausto.

Sin embargo, la novela enseguida me atrapó y mi fascinación se debió en gran medida a las reflexiones que de esta historia se derivaban, la brillantez de sus argumentos y la complejidad a la hora de abordar a un personaje que había significado tanto para la memoria histórica y tan poco para la Historia. La novela de Javier Cercas es novela y meta novela, en cuanto que el autor explica al lector la génesis y evolución del proceso de escritura: sus dudas y obstáculos, el camino en la interiorización de un personaje quijotesco inventado y trabajado durante décadas y donde reflexiona sobre la responsabilidad de escribir sobre él. El impostor, sobre todo, habla del ser humano, de lo que somos y no somos, de lo que construimos, de lo que el pasado dice de nosotros y de lo que nosotros queremos decir de él.

La impostura de Enric Marco consistió en haber afirmado que había sido prisionero del campo de concentración nazi de Flossenbürg (estado de Baviera), una institución del terror nazi donde sólo hubo 14 prisioneros españoles, lo cual le permitió perpetuar su historia ante una falta importante de testigos. Su mentira y el personaje creado en torno a ella le llevaron a ser presidente de la Asociación Amical de Mauthausen, la asociación que congrega a la mayoría de los deportados españoles en campos del nazismo. Ocurrió durante los años de más auge de la memoria histórica en España, y quizá por eso, entre otras razones, llegó tan lejos, porque Marco se había convertido en la voz de las víctimas, en su relator. Era necesario un testigo que pusiera imagen y voz al relato del horror, una suerte de héroe popular que encarnase y justificase la importancia de la memoria, si bien la memoria histórica es absolutamente necesaria pero por otras razones.

Gracias a la investigación del historiador Benito Bermejo, fue el 11 de mayo de 2005 cuando, con una importante repercusión internacional, se dio a conocer el escándalo a través de los medios de comunicación. Los mismos que habían alimentado la mentira dando una cobertura mediática abrumadora que lo convirtió en héroe sólo por haber sido víctima (o creer que lo había sido). Cuando por primera vez en 2005 el Congreso de los Diputados  homenajeó a los deportados españoles y a las víctimas del Holocausto, Marco fue el único de ellos que habló y conmovió a las audiencias. Había ofrecido decenas de entrevistas y centenares de conferencias, y había aprendido a ser un gran narrador, cuyo relato -como presunta víctima- era intocable y nadie se había atrevido a cuestionar. Como él, y como consecuencia de la industria que se derivó de la necesidad de hacer memoria, hubo otros Enric Marco: Jerzy Kosinski, Benjamin Wilkomirski, Herman Rosenblat, Mischa Defonseca, Deli Strummer, Martin Zaidenstadt o Antonio Pastor Martínez. Narradores y falsos testigos, impostores todos.

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Cuando el escándalo salió a la luz y a Marco no le quedó más remedio que dar explicaciones, alegó sentir la enorme responsabilidad de dar a conocer el destino de los numerosos prisioneros españoles que habían sido deportados a campos de concentración nazis. Necesidad quizá justificada por la ausencia de un adecuado trabajo de memoria histórica y colectiva en España. Sin embargo, esta noble causa no justificaba la apropiación burda y descarada del sufrimiento ajeno y esta manifiesta impostura acerca de uno de los capítulos más oscuros y dolorosos de la historia reciente en Europa.

Tal y como apunta Cercas, y de ahí en gran medida su eficacia, la gran mentira que había elaborado Enric Marco se había construido a partir de pequeñas verdades, dándole así una pátina de verosimilitud cuyo resultado casi nadie se planteó como falso. Si existe en El impostor una sección especialmente brillante, es el capítulo dos de la tercera parte, donde Cercas evalúa las diferentes razones por las que algo tan monstruoso pudiera prolongarse durante años. Además de las características propias de Marco como «buen actor y charlatán», el autor alega que también la audiencia quería creer, ya que su voz era sagrada y su testimonio intocable, como sagrado e intocable es el Holocausto. Sin embargo, una de las razones que mejor explican este fenómeno de encumbramiento de Enric Marco como héroe popular es el hecho de que «España es un país con una deficitaria digestión de su pasado reciente». La expresión que emplea Cercas podría desgranarse en diferentes aspectos dentro del proceso de memoria histórica que en España aún no se han llevado a efecto:

  • Conocimiento generalizado de lo que pasó y de cómo pasó.
  • Ejercicio de asunción de responsabilidad que lleve a un trabajo de memoria histórica plural e imparcial de todos sus aspectos: políticos, históricos, sociales, culturales, huyendo de versiones simplificadas y maniqueas.
  • Resignificación y transformación de espacios históricos en espacios de memoria: lugares concebidos para el recuerdo de las víctimas y para dar a conocer la historia a partir de exposiciones y centros de documentación.
  • Visibilización de todas las víctimas, en cualquiera de sus circunstancias.
  • Desvinculación de la memoria histórica del partido que gobierna y sus afines, dando como resultado una aplicación no tendenciosa para no convertir la memoria en herramienta política.
  • Como consecuencia de todo lo anterior, grado de madurez necesario para entender qué supuso para el pasado del país y qué significó para entender su presente.

El hecho de que todo esto no se hubiese llevado a efecto de manera adecuada en España y de que la memoria histórica estuviese mal entendida en muchos aspectos -por parte de los que no querían hacerla y por parte de los que la querían a toda costa- es lo que permitió el engaño colectivo. La gravedad de la mentira premeditada de Marco no sólo implicaba una enorme falta de respeto a las verdaderas víctimas y a la historia, sino que además ofrecía argumentos a quienes querían atacar la memoria histórica en su intento de desacreditarla.

Sin embargo, Enric Marco no es el único responsable de todo esto, sino todo aquél que alimentó y creyó su impostura: medios de comunicación, políticos, audiencia. Desde diferentes vertientes se nutre y rentabiliza la memoria, se pervierte y desvirtúa, a través de la falsedad, la sentimentalización y el sensacionalismo barato en los medios de comunicación o el cine. Lo que en algunos ámbitos se entiende como memoria llega a transformarse en una suerte de pseudo memoria, o en un sucedáneo de la misma, que se recrea en aspectos alejados del rigor histórico y el respeto por la verdad. Para hacer memoria la historia no debe ser magnificada ni relativizada, ha de ser mostrada como es. Sólo se puede llegar a la verdad a partir de la verdad.

Celia Martínez García

* Imágenes: Creative Commons, CC BY-NC-SA 2.0 y Celia Martínez García

* Referencias: los fragmentos entrecomillados han sido extraídos de la novela de Javier Cercas El impostor (2014) y de una entrevista concedida por el autor para el programa de TVE Página 2.

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