Queremos aprovechar que una amiga de Berlin & Film nos ha enviado esta estupenda ilustración sobre El gran dictador (Charles Chaplin, 1940) para dedicar este post a una de las mejores películas sobre la historia alemana. Tal día como hoy en 1976 la película se estrenaba en España por primera vez, en Barcelona. En el momento de su estreno mundial en Nueva York, el 15 de octubre de 1940, la película fue prohibida en varios países, entre ellos España y Alemania, donde ya estaba vetada la producción de este director desde tiempo atrás y cuyos líderes, con razón, se dieron por aludidos. Hasta el 26 de agosto de 1958 no tuvo lugar su estreno en la antigua Alemania Occidental, y fue tras la reunificación alemana cuando se relanzó en 1997 y de nuevo en 2004.
Más allá de que la película se convirtiese con los años en la más exitosa de la obra de Chaplin, llegó en un momento difícil para Europa. El propio director afirmó que si hubiera sabido de las atrocidades de los nazis, nunca hubiera hecho una broma sobre ello, y de hecho, decidió cambiar el final tras la invasión de Francia añadiendo el famoso discurso que hizo del filme una de las obras de arte más bellas del s. XX. Reproducimos aquí un pequeño fragmento del mismo:
«Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado nosotros. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco.»
(Charles Chaplin, El gran dictador)
En parte por los juegos de palabras, la creación de alter egos de personajes históricos como Hitler, Goebbels o Mussolini o por el uso de un alemán inventado, la película es brillante, divertida y ácida. Su agudeza es extensible a todos los aspectos del filme, hasta la elección de la música, siendo quizá la escena más famosa musicalizada, y no por casualidad, con una pieza de Richard Wagner. Nos referimos al momento en el que Hynkel juega con el globo terráqueo en su despacho, manejando el mundo a su antojo y a ritmo de uno de los preludios más bellos del compositor alemán: el del Acto I de la ópera Lohengrin. Este alter ego de Adolf Hitler, igual que el protagonista de la ópera, desciende a la tierra con aires mesiánicos y casi delirantes. Asimismo, la música va descendiendo a registros más graves como una clara referencia hacia lo terrenal. La escena, profética y simbólica como el resto de la película, finaliza con la explosión del mundo para sorpresa y decepción de su protagonista. Aquí os dejamos el clip para que la disfrutéis y os deseamos un feliz domingo desde un soleado Berlín.
¡Hasta la próxima!
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El equipo de Berlin & Film
* Imágenes del texto: Wikimedia Commons Licensing